Recuerdo aquella conversación que nunca tuvimos,
al filo siempre de comenzar,
las luces de New Jersey rielan por la noche en el Hudson,
turbias aguas que reflejan todavía
la luna, a veces,
perfilo una mujer que amé,
sumergida por sus secretos,
con el miedo como cabellera serpenteándole el cuello.
Con ella estuve al filo de hablar, su herida cabeza,
intensa la mente, que rechaza el dolor, y se abisma
más allá donde mi voz no llega. Y pronto sabré que le
hablaba a mi propia alma.
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