"Entonces Bastián se puso a llorar repentinamente. Él mismo no sabía por qué. Era como si se le soltara un nudo que tenía en el corazón y se disolviera en lágrimas. Sollozaba y sollozaba sin poder parar. Doña Aiuola lo tomó en su regazo y lo acarició suavemente, y él enterró el rostro en las flores de su pecho y lloró hasta que estuvo totalmente saturado y cansado".
[La historia interminable; Michael Ende]